RINDA EL CULTO - EL ALTAR DEL INCIENSO

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Comencemos esta nueva entrada hablando acerca del día del Señor. La palabra "domingo" deriva del latin "Dominus dei" que quiere decir "Día del Señor" refiriéndose específicamente a Jesús, nuestro Señor y Dios a quien rendimos culto desde el comienzo del día, es más, rendimos culto desde que se acaba el culto anterior, porque nuestra vida es rendir culto al Señor. En la cultura anglosajona existe un pequeño problema con esto porque ellos llaman al domingo "Sunday" -el día del sol- ya que conservaron la tradición de las tribus celtas y germánicas para nombrar los días de la semana en el inglés moderno; pero no es el nombre del día que le da importancia al día como tal, es la actitud de cada cristiano al entender que Jesús es nuestro Dios, que el Dios que adoramos es Dios Absoluto, Justo, Santo, Vida, Verdad y que busca adoradores en espíritu y verdad.

Existe una deficiencia en los que viven su vida de fe en la actualidad, ya que muchos viven el culto de una manera religiosa, cumpliendo ritos y prácticas que no tienen ningún sentido; o peor aún, que conociendo a Dios, la gente tome el culto como algo vano, que no tiene importancia, como algo que se puede tomar a la ligera, pero la verdad es que lo más importante en la vida de fe es el momento del culto. A partir de la resurrección de Jesús, los primeros cristianos que venían de su tradición judía y rendían el culto en el Sabbat empezaron a rendir el culto el primer día de la semana, es decir, el domingo, el día del Señor. Entendiendo la importancia tan elevada que tiene en nuestras vidas de fe el tema.

Este día lo apartamos para declararle a Él con todo nuestro ser y con toda reverencia que Él es lo más importante, es como formalizar nuestra fe, ya que declaramos victoria sobre la vida al rendir nuevamente el culto, luego de una semana en donde hemos podido hacer mucho para el reino, predicando y haciendo discípulos; estos discípulos igualmente se formalizan en el culto, ya que declaramos que las fuerzas del enemigo no pudieron en contra de él, no lograron hacer sombra y que siguen caminando para conocer más de la verdad, comienzan su vida de fe dentro de la iglesia.

Si hablamos de la palabra “iglesia”, entenderemos una verdad muy grande que abarca la vida de fe de cada uno de los verdaderos cristianos, de aquellos que llevan la vida. La palabra es simplemente la transliteración de la palabra griega “ekklesía” ahondar en su significado y uso es muy útil para comenzar a entender la naturaleza de la iglesia o ekklesía de Dios. Se trata de un vocablo compuesto de dos: Klesía, llamados, que a la vez viene de klesis, llamamiento y de Ek, que significa “fuera”. Muy literalmente podría decirse que iglesia significa “los llamados fuera”. Esta palabra la entendían los griegos como “Los que han sido llamados”. Pero en forma más estricta el sentido era “los que han sido llamados fuera de donde se encontraban, para una asamblea”. Cuando uno es bautizado en el cuerpo de Cristo, se sumerge en el cuerpo de Cristo; en ese momento una persona que vivía alejada de Dios entra al cuerpo para aprender a rendirle culto a Dios. Es decir que somos llamados fuera de las tinieblas, a la luz admirable y entramos a ser parte del cuerpo del Señor para cumplir su misión con reverencia y respeto, con amor y sumisión.

El incienso era una sustancia aromática que se quemaba en el tabernáculo y en el templo, preparado según la fórmula descrita en la ley dada a Moisés y exclusivamente para el uso sagrado, se quemaba cada día y cada noche como ofrenda. Una vez al año, en el Día de Expiación, se ofrecía incienso en el Lugar Santísimo y el humo o el olor fragante subía por encima del tabernáculo. ¿Este humo sube hasta Dios? Claro que no, no pasa ni si quiera de esta atmósfera, y fuera de ella se encuentra la grandeza del universo que hace imposible que a esa velocidad llegue hasta Dios. Pero si leemos Hebreos recordaremos que cada uno de los ritos dados en la Ley eran sombra de lo que habría de venir, o de lo venidero, de lo real. Jesús trajo la verdad y la Luz, ya han sido descubiertos los misterios con Él, pues Dios mismo descendió y habló, pero no habló por su propia cuenta, habló lo que el Padre le dio que dijese. Entonces, ¿Qué significado tiene este humo? Cada vez que se ofrecían estas ofrendas, se habla de las oraciones, ¿cómo así? Sí, miremos Apocalipsis 8:1-5:

“Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora. Y vi a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les dieron siete trompetas. Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos. Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto.”



Qué es entonces todo lo que se quema, el humo que sube delante de Dios, qué son realmente… las oraciones, pero muchos dicen, no, no, no! debemos quemar incienso para que suba delante de Dios y nos vaya bien, o cantemos que es olor fragante a Dios; pero son las oraciones de los santos que llegan a Dios por la gloria de Dios, por la luz de Dios, por los ángeles de Dios. El problema es que la iglesia aprendió a orar religiosamente, sólo sonidos, pero lejos de Dios, no entienden el significado de la oración. Si se entendiera la importancia de la oración, la iglesia no seguiría siendo apaleada por este mundo y se convertiría en la verdadera esposa, sin mancha, columna y baluarte de la verdad.

Dios ya habló, ya nos dio una entrada directa, podemos sentarnos en su mesa; pero todo ocurre si creemos, si tenemos fe, si le damos el valor a sus palabras, si tomamos sus palabras como las palabras de Dios. ¿Por qué son respondidas nuestras oraciones? Muchos dirán que por amor hacia nosotros, otros pensarán que por justicia, pero realmente nuestras oraciones son contestadas por el amor que Dios mismo tiene por su palabra, porque no quebranta su palabra… Por amor de su Nombre… como dijo el salmista; Miremos Juan 14: 11-14 “Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras. De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.”

Si nuestras oraciones son contestadas no es por nosotros, es porque el Padre ha de ser glorificado por medio del Hijo, y el Hijo glorifica al Padre contestando las oraciones nuestras. Busquemos a Dios con todas nuestras fuerzas, con reverencia, con humildad, tomando sus palabras como las palabras santas, las palabras más grandes que puedan existir en esta tierra y de esta misma forma le buscamos en oración, pero no la oración cacofónica, no sólo sonidos, tiene que ser la oración poderosa, la que se derrama como el incienso, la oración espiritual, la que busca primeramente el reino, la oración por nuestros espíritus y los de los demás. Que nuestra oración suba día tras día hasta la presencia de Dios, y al ser contestada, siga siendo glorificado el Padre, cumpliéndose así la Voluntad de Dios en nuestras vidas.

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